El Pensamiento Viajero:
Un pensamiento, así, revoloteandito, disimulado y sibilino, se le posó en la oreja derecha.
No sabía si entrar y encendió un cigarrito, pero una lucecita al fondo lo hizo pasar y lo invitó a desvestirse.
Era un burdel, un burdelito rojo y fiestero preparado para ese pensamiento viajero.
La insomne
Cuando se acostó ésta vez se rogó a sí misma que por favor, no se le ocurriera soñar lo mismo de nuevo.
Luego se durmió, pero siguió insistiendo en desafiarse.
Arriba de esa gavia intentó avistar un lugar que nadie más veía.
Colgada al fondo de su propia incredulidad siguió señalando el lugar.
Según su propia interpretación, el único lugar posible.
Despertó y estuvo dándose vueltas toda la mañana.
Decidió en un arranque de voluntad , no dormir nunca más, volverse una anoréxica del sueño, vomitar los bostezos, no volver a aburrirse ni a cansarse ni a querer evadirse.
Decidió en fin, mantenerse insomne, hasta que el tiempo de vigilia mostrara sus verdaderos bordes, sus fronteras.
Quería ver el escenario, quería avistar la trampa y no le importaba en lo absoluto que nadie fuera a creerle.
La Carta:
Esta es la historia de un escritor muerto de deseo por una mujer insensible a sus palabras, una mujer sorda de sensibilidad y emociones, una mujer autista de su mundo.
Entonces, después de muchas disertaciones, resacas y obsesiones, después de coletear como una paloma moribunda por las calles desoladas, después de limpiar con su orgullo todos los contendedores del desprecio, ideó un plan magnífico, destinado a convertirse en el clímax de sus exploraciones literarias, una solución a sus problemas lingüísticos a la vez que una llave que le permitiera acceder al corazón de su amada.
Ideó nada más y nada menos que escribirle una carta muda, una carta que pasara por la puerta de su casa y la siguiera por sus días, una carta psicópata, está claro, una carta omnipresente que la acompañara cuando desolada llorara por todos esos amantes que nunca la comprenderían.
Esta carta fantástica tendría que estar revoloteando alrededor de su existencia sin que ella se percatara, haciéndose música cuando ella quisiera oírla o volviéndose el barman paciente de un bar de carretera, cuando ella necesitase desahogarse.
Una carta que oliera como los recuerdos que ella no conseguía retener ni dibujar, una carta que la transportara en noches interoceánicas hasta la cima húmeda de sus fantasías canallas.
Una carta que le susurrara con aliento tibio antiguas historias secretas para adornar sus sueños.
Una carta viajera que le trajera regalos.
El escritor soñó con esa carta invisible e infinita que le contaría , sin que ella pudiese aburrirse, todas las cosas que él sentía; una carta que la sodomizara cuando fuese necesario y que se fuera dando un portazo cuando ella se mostrara intransigente.
Una carta que ella pudiera extrañar porque la calentara a una temperatura que sólo pueden apreciar los ángeles y algunos seres vacuos como nubes.
Una cartita que ella se pudiera fumar cuando quisiese ser transportada muy lejos, una carta fotográfica que le mostrara ciudades que ella nunca concebiría.
Un carta perfecta, con sólo dos palabras y su nombre.
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martes, junio 20, 2006
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3 comentarios:
realmente sin palabras... tanto en tan poco espacio. increible!
yo tmb tengo algun que otro "cuentito"
GRACIAS SARA, eres muy amable
mas que cuentitos me parecen poemas en prosa al estilo de baudelaire.son muy sugerentes.
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