Me leo las brujas de Salem de Miller y recuerdo una discusión con unos amigos, ellos siempre se justifican o descalifican por mayoría absoluta.
Tienen un concepto democrático de las relaciones.
A todos por igual.
A todos las mismas reglas.
Todos son un grupo, ellos y nosotros.
Y a la hora de responder ante cualquier tema, se van a la mayoría absoluta.
—Tú Siempre te peleas con la gente, en cambio nosotros no tenemos problemas con nadie.
Mi argumento es que desconfío profundamente de la gente que se lleva bien con todo el mundo.
Debe haber una mentira por alguna parte.
¿todo el mundo? ¿quién es todo el mundo?
Bisbal y Enrique Iglesias son los cantantes más vendidos.
Y Shakira y Juanes.
¿Todo el Mundo?
El hombre al que todos van a recibir de rodillas se llama George Bush.
Después de la guerra mejoró su mayoría.
Todo el mundo Musulmán protesta por unas caricaturas de Mahoma.
Todo el mundo sigue consumiendo, consumiendo y consumiendo mientras la tierra se
recalienta.
La verdadera mayoría del mundo se muere de hambre mientras Brad Pitt es el hombre más sexy del mundo.
Creo que para la mayoría esa que se muere de hambre un bistec es mucho más sexy que Brad Pitt.
—“sólo tenemos este problema contigo y con X”
Observar que hasta para la argumentación se usa la primera persona del plural.
Me alegro de que sólo tengan los problemas que tienen conmigo, si fuera el mismo problema que tienen con todo el mundo yo no sería alguien, sería una más.
Me gusta ser yo, solamente yo, única e irrepetible.
Sólo yo me llamo como me llamo.
Jhon Proctor en las brujas de Salem:
“ ¡porque ahí está mi nombre! ¡porque no tendré otro mientras viva¡ ¡porque he mentido y he firmado mentiras! ¡porque no merezco besar el polvo que pisan los pies de los que van a ser ahorcados¡ ¿Cómo voy a vivir sin mi nombre? ¡le he entregado el alma, déjeme al menos mi nombre!”
Me pregunto que hubiesen hecho mis amigos, transportados en el tiempo cuando muchas chiquillas histéricas y un pueblo entero decidía unirse a la quema, me pregunto si hubiesen razonado de la misma manera, “ si todo el mundo lo dice”
Carajo.
Me vienen a la mente dos dichos venezolanos.
Uno cuando te acusan de caerle mal a alguien como si fuese responsabilidad tuya:
“No soy monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”
Otro, para cuando lo que dice la gente te tiene absolutamente sin cuidado:
—¿qué es otra raya más para un tigre?
De nuevo me viene a la mente mi amigo Willian Blake:
—“una misma ley para el león y para el cordero es opresión.”
Pero supongo que ahí está el truco, la ascesis, en resistir cuando la gravedad del planeta te lanza a la inercia.
La gravedad y la Gracia, esas que tan bien describió Simone Weill:
La gracia de luchar contra la gravedad, contra la inercia que nos arrastra, contra la comodidad, contra “la felicidad” a cualquier precio.
Hay que ser estúpido para no sospechar que cuando las cosas son demasiado fáciles tienen algo de engañosas.
Falta de memoria olvidar que el nacimiento es un dolor. Que el parto es un dolor. Que el placer es un dolor.
Me acusan de cierta recreación en la infelicidad, en la crítica.
Cierto, hay cierta recreación, la diferencia es que yo no nací con ella, la he aprendido.
He aprendido a mirar en las esquinas, a tratar de descifrar los síntomas de la realidad, a no dejarme embaucar. Sólo hay que mirar con los ojos bien abiertos y sin miedo alrededor, para saber que hay miles de espejismos acechando en el desierto.
No todo lo que vemos es verdad, no lo más fácil de creer es verdadero.
Pero no somos tan fuertes, ni tan astutos para creer que siempre nos damos cuenta de algo.
Dudar, hay que dudar de las propias convicciones y aún más de las de los demás, las que dicen que tienen, o las que creen que tienen.
De esas aún más, lógicamente.
Me viene a la cabeza Dolina: creer lo evidente, cualquier papanatas puede creer que existen las licuadoras o los ordenadores (cambio en mi cita de memoria, lo sé)pero se necesita cierta altura moral para creer en lo que no es obvio ni fácil de comprobar.
Creer en la masa. Sí, supongo que ha habido épocas en este mundo en donde creer en la mayoría resultaba liberador.
En las revoluciones, en los renacimientos, en las conquistas, en las grandes cosas.
Hasta en un concierto de rock alucinante.
En épocas mágicas.
Pero no en ésta época, ésta época brutal exige una crítica brutal.
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domingo, febrero 12, 2006
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