Bitácora de la
estación de tránsito B-33-34 y de vuelta:
Se termina el Manual
de Autoayuda para náufragos y un humor giróvago me hace levantarme sobre las
ocho, ver los cuadernos listos para lanzarme a la gloria, un café, luego allí
está la misma calle, los mismos quemados que no saben que los utilicé como
extras en mi cuadro de Hooper narrativo.
Bueno, son sólo sombras
borrosas, dentro de doscientos años un tataranieto salido de un espermatozoide
etílico puede decir: esa cara sin cara es mi abuelo y alguien puede creerle o no hacerlo.
Claro, que cuando uno
sale a encontrar algo, lo más seguro es que no lo encuentre; no hay mejor ánimo
entonces de ver como las piezas de la función se van encajando solas y
sonrientes.
Los mismos alegres
trogloditas arañando la madrugada, las mismas rastas y el empeño de que ese
pedazo de su vida sea una fiesta aturdida.
Se baila. Sigamos.
Joder. Jacobin tanto
tiempo. ¿Qué pasa piba?
Mamaguevo.
Vamos pa fuera. ¿Qué
tal? Hoy estaba hablando de ti.
Dos panas. ¿Qué
significa ese ideograma? “Sinceridad”
Bien.
No sé Tabaiba, y Doña
Úrsula con sus tetas de seis hijos y su operación de cadera repartiendo melón.
El moro se lanza en
calzoncillos, yo en pelotas, Jaco luce su escultural silueta entre las rocas y
Cri y Vai flipan con Ursula. Su Marido ya no quiere pescar más y ellas nos
presta alguna de las siete toallas que trajo. Buzos barrigones se visten o se
desvisten, el agua helada suspende el mareo, pero al llegar a las rocas una
lagartija que ronca me puso mi padre indio. ¿
A comer? Vomito mi
bocadillo, ¿los ¿Rolling Stones? son cuatro viejos que siguen allí mientras
cuatro gilipollas que creyeron sus canciones están Rip de sobredosis.
¡¡Son la Música!!grita
Moro-cara de asesino y corazón de León.
Piso de Cris desde el
que el cuál se avista la isla a lo lejos
¿Qué isla? Aquella.
Conversaciones de
resaca. Jacobo ronca, Cris ronca, el moro Vic y yo hablamos del sida, de la
coca, y de lo mantras. También de las antiguas religiones. Vic tiene tres uñas
y Homer se meó en los calzoncillos.
Arepas de carne
mechada. Chup chup , Cristina está tirada en el banco y quiere dormir.
Hace días los días
son una rueda pacífica y circular. Gimnasio, bici, baño, almuerzo, siesta, a
veces playa, a veces libros que devoro en una de las más intensas orgías
literarias de mi vida.
Antología de
literatura norteamericana, Lorrie Moore con sus Pájaros de América o Cómo la
Vida Misma, Dos novelas de Bolaño que, lo siento, está bien pero no es para
tanto. Thomas Mann, el divino Chejóv, Antología del Cuento Triste, El síndrome
de Ulises de Gamboa, Los asesinos, Tanizaki, Cuentos Crueles; Truman Capote y
sus Plegarias Atendidas, y sigo sacando como una posesa, la música exquisita
Million Dollar Baby, 2024, una historia extraña, Red de Kieslowsky, bueno, ya
basta de catálogos.
Un día Amelia me sorprende
en el gimnasio.
A la una en Santa
Cruz, la abogada está tan seductora como siempre, tan coherente como siempre,
tan subidona como siempre, parece un estampita de Harper Bazar en lo años 20,
un personaje de Dorothy Parker macerada con Ambroce Birce.
Adoro a Ame, se
quiere quedar pero mañana tiene juicio, su avión sale a las 4:30, quédate le
suplico veinte veces, me ladra porque la tiento, aleluya, el vuelo se ha
retrasado, pero sólo si mi Ame fuera una tacaña espiritual nos íbamos a quedar
aburridas en el aeropuerto, mejor se va por el sur a las once. Hay cosas que
nunca me cansan y es tomarme unos traguitos con Amelia y reírnos de la absurda
tibieza del mundo y de la cobardía de los comunes.
Ame tan glamorosa en
mis cuartitos diminutos, Ame gritando más que yo y desechando con desdén todo
ínfimo signo de debilidad o incoherencia que saque su cabecita de tortuga para
recibir un taconazo, el pasado, la gente que ha pasado, la risa.
Ame y se fue con mi
Manual de Autoayuda. Hablamos de nuestras peleas, de nuestras reconciliaciones.
“Que mal te sentó esa época” me dice, nunca te ví así. Vale. Ya pasó. La dejo
que me regañe.
Joder, el discurso de Chávez, que rico es oír cuatro verdades de
vez en cuando, carajo, claro que huele a azufre.
Por cierto, no sé que
me pasó, pero un día se me quitaron todos esos dolores imprecisos de la
memoria, no lo puedo entender, me doy cuenta ahora que ha pasado que antes
siempre me dolía el pasado, los afectos o algo, pero de pronto, en un brutal romance
narcicista se me habían quitado todos los males ¿Qué pasó? Ya soy una psicópata
del todo, según G desmitificada y llorona que últimamente me convence menos que
cuando me decepcioné allá hace tantos años.
G , coherencia y un
poquito de por favor, me pinta una paloma y es incapaz de reconocer que a una
ex altiva y chula como ella no le viene nada bien ese papel de Dama Mejicana
engañada por su jefe.
Se hace acupuntura,
practica taichí y se preocupa por cada minuto que al resbalarle por el rostro fabricando
diminutos surcos que con el tiempo se vuelven arrugas.
Cuando voy a
encontrarme con ella en Santa Cruz desarrollo mi revolucionaria teoría de las
relaciones:
Punto 1: El mundo
está lleno de gente y hay poco espacio.
—La entropía suma los
desórdenes.
—la cercanía de la
masa aumenta la atracción de los cuerpos.
Bueno, después que
están pegados uno con otro, tienen articulaciones, formadas por grasa de hechos
y cartílagos de conversaciones.
Alguien nos cae bien
por lo que hace, por su rostro, por su belleza, por cómo es, por cómo se ríe o
por esa forma en la que camina o se viste o duerme o folla.
Alguien aparte de
todo eso nos narra cosas: cómo es, de dónde viene, a dónde quiere ir y también
nos pregunta y nos observa, somos en su mirada, algo inédito, sólo esa persona
nos ve desde ese ángulo exacto del tiempo. En unas coordenadas que están
dibujadas por nuestro pasado, por nuestro presente y por lo que esperamos del
futuro, por las últimas manías que adquirimos por el camino, por las últimas
heridas que alguien nos hizo, por la última vez que nos sentimos felices en la
playa o que nos enamoramos de alguien. Por los últimos gestos o palabritas que
se nos pegaron, por nuestras últimas obsesiones.
Los cuerpos se
acercan y la química estalla, alguien nos da risa o nos dice cosas que nos
gustan o simplemente nos parece bello, alguien nos fascina.
Esa es la parte
buena.
Luego el tiempo como
con todo, oxida cosas si no se cuidan, degenera células y tendones, entonces
los cartílagos de la conversación a veces se infectan de mentiras y de
silencios, y se van acumulando, eso pensaba mientras caminaba hacia G y sabía
que nunca podría decirle ya toda mi verdad, ser sincera con ella sin que esto
le resultara humillante u ofensivo.
¿Cómo llegamos aquí?
años de conversaciones trastornadas y de discusiones sin fin.
Ella sostuvo algunas
mentiras, yo sostuve otras y una capa gelatinosa de silencio y mucosas
espantadas nos separa para siempre.
Haría falta una
operación exquisita a la que nadie se someterá para que nuestras palabras
vuelvan a agarrarse de la mano y a tener esas conversaciones preciosas que
tuvimos hace seis años, cuando el afecto diluía todas las toxinas de la
articulación de nuestra relación y era algo nuevo y fantástico y no era falso
porque aún nadie había tomado su artrótica postura definitiva en la vida.
Pero C´est la Vie,
últimamente aquel poema: Con el tiempo aprendes…
Y te asombra que eso
en lo que tanta furia pusiste, tanto amor, tanta sangre, tanto tiempo, sea sólo
una ironía feliz.
Cuando G me mira con
cara compungida por su inédita situación de mujercita engañada, le digo
—es una gran ironía
cuando alguien nos dice, un día sufrirás como yo, y entenderás lo que estoy
sintiendo, un día te sentirás sola… y entonces, cuando uno es capaz de
recordarlo porque efectivamente ocurrió que uno se equivocó y miró hacia atrás
porque no tenía a dónde mirar viene esa vocecita del pasado: algún día, pero lo
que da, en vez de dolor y arrepentimiento es risa, es esa serenidad absurda de
la ironía que nos hace no tomarnos tan en serio y dejarnos de rancheras.
Y una ironía que
sonríe entre los días me entrega esa venganza que te juro que no quiero, hay,
pero que cómo alivia.
Me estoy leyendo
el diario de la pendeja de Virginia Woolf que no es por nada pero es más o
menos así:
15 de agosto
Mi maravillosa
naturaleza artística se contrae y se disuelve en el infinito mientras Leonard
poda el césped. Soy una esposa de lo peor. La criada me trae un té y pierdo la
concentración. Menos mal que me llega carta de Lytton Strachey diciéndome que
mi última novela “es lo mejor que ha leído en su vida…” así dice, me siento ,
no sé, como inflada. Pero temo las críticas del Post. Seguro me ponen verde.
Por cierto, esta mañana atropellaron a una vieja delante de mí y sólo salieron
a socorrerla las floristas y los carniceros porque yo me quedé perturbada y
tiesa, no logré despegar de mí la imagen de la vieja bajo el coche, ¡que imagen
más grotesca! Me dolía la cabeza. Escribí una crítica en la que dice que Conrad
era un basto. He recibido cartas en las que me dicen que es un escritor de
primer orden, yo lo que digo es que se repite y por otra parte, yo lo entiendo,
después de todo es polaco, pero eso no le quita lo de basto. Gylly me llamó
diciéndome que era exagerado. Pues lo quito del artículo, pero lo sigo
pensando.
16 de agosto.
Soy una basura, una
inútil, una fresca, una cerda.
Debo leerme a los
griegos y sobre todo comparar a Esquilo con Ibsen.
También debo terminar
mi ensayo sobre el patético de Joyce que con ese esperpento de Ulises no
llegará muy lejos. Es de lo peor. Puro chusmerío autodidacta proletario.
Pero no debo seguirme
torturando, soy una escritora libre y radical y a quien no le guste que no me
mire. ¿Y si no me mira nadie nunca más? , me va a dar el ataque, le digo a Lucy,
la criada que me traiga una toalla con alcohol, el pobre Leonard quiere follar
pero estoy indispuesta. SE va a
podar y yo pienso en Rita y me voy a su casa por la tarde. Me dice que terminó
una novela pero que aún no me la enseñar. No me dice nada de la mía pero
supongo que la ha leído.
17 de agosto
Mientras pedaleo por
la campiña pienso en la señora Dalloway y en lo loca que está la gente. Son
unos brutos. ¿Pero no es la vida bruta y todo cómo cutre? Leonard dice que no
debo ser tan sensible, pero lo cierto es que tengo alergia.
18 de agosto.
Ya me terminé El
paraíso perdido de Milton y me releí tres veces todas las tragedias de Eurípides.
Sin embargo no logro concentrarme. Por cierto se murió Conrad y tuve que
hacerle una nota funeraria. Mi libro se está vendiendo como churros y yo estoy
que me salgo.(Se han vendido 100 ejemplares en total).
El quijote me gustó las primeras
doscientas páginas pero después me puse a pensar en Cervantes. Carrington me
escribió diciéndome que mi novela “ es lo mejor que se ha escrito por una mujer
en inglaterra….” Tampoco será para tanto. Aunque el diario Weekly me acusó “de
poseer una de las inteligencias más brillantes del género femenino” así
dijeron. Leonard se leyó mi manuscrito y dijo: “que es lo mejor que he escrito…”
pero no sé. Le dije que estaba indispuesta. Siempre me emociono demasiado
cuando me dicen esas cosas, aunque me las dicen todo el tiempo, debería pasar,
pero la verdad es que no puedo.
26 de agosto.
Mi vida es un asco.
No he logrado profundizar en el ruso como me gustaría. De todas formas me acabo
de releer la Divina Comedia pero noto una incongruencia que me está haciendo
releerla una y otra vez para ver si descubro el fallo. ¿Y si Dante fuese un
impostor? Esta tarde quedé para que me hagan un retrato, pero yo sólo pensaré
en “Las horas”, y lo que falta para terminar.
30 de agosto.
Supongo que esta
sensación de asco existencial es producto del dolor de ésta generación. Si no
no me explico. Hemos soportado demasiado dolor. Somos los hijos paupérrimos del
siglo, el proletariado de la historia. O eso lo digo para darme cierta compañía
en éste ánimo que algunos días me hace estar así, como apendejeada, mientras
envidio a mi criada ocupada en sus ínfimos menesteres y sin conocer éste
sufrimiento que sólo puede entender una mente, sin ser elitistas, “cultivada”.Casi
le tengo envidia, pero no seamos extremistas. Por cierto Katerine Mansfield es
una arpía y escribe como el culo, y lo digo con cierto rencor pero sin afán
destructivo. Murry en cambio, es sólo un lameculos. Los aguanté toda la tarde.
Aunque yo sólo pensaba en que Leonard terminara de cortar el césped para que me
rescatara.
Y así por el estilo,
que tía tan petarda. Supongo que sólo un talento inconmensurable puede darse el
lujo de ser tan balurda. La leo como si no supiera que es la gran V Woolf y
digo ¡¡¡ooofff!!!
Me recuerda no se a
quien, a alguien que seguramente olvidé.
Luigi es tremendo
pana aunque un Kafka a su manera, un chejovcito gomero.
Igual que el Jaco
¡¡¡que es maaaaasss buueeeenoooo!
No lo sé, como dice
la rumbita el tiempo es un carnaval.
De pronto todos los
sucesos hacen cola para sellar su pasaporte, extraño mi casa, mi tierra, el
color del verde y el olor del aire, extraño la cadencia de las palabras y hasta
la humareda insalubre de Caracas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario