En la sociedad moderna, en la que es importante desenvolverse con cierto disimulo, es normal que mucha gente no aguante más y se deje ver el plumero.
Diariamente se registran millones de casos en las oficinas, entre las familias y en todos los ámbitos de convivencia del ser humano, en los cuales alguien es descubierto por sus semejantes en un estado sospechosamente irregular. Lo que desencadena una serie de malos rollos y termina, en muchos de los casos, con el diagnóstico social de que una persona, simplemente, “está desequilibrada” o “se le fue la olla” y un largo etcétera que en el mejor de los casos margina a la víctima de tales infundios y en el peor culmina con un diagnóstico de trastorno de la personalidad.
Realmente, para lo único que es bueno que a uno lo consideren loco es si ha cometido algún tipo de crimen y el abogado pretende recurrir a ésta estratagema, por demás tan lugar común en la TV.
Pero si en las sociedades primitivas el loco cumplía una función espiritual, inclusive se daba el caso del loco sagrado como lo definía Fochefard en su erudito estudio de la antropología primitiva de las tribus caníbales de Nueva Zelanda*
Lo que pasa es que a raíz del surgimiento del pensamiento positivista determinista evolutivo en línea recta, la locura fue relegada hasta la irracionalidad adquiriendo así el lamentable estigma de invalidación del discurso, que servía, como en otros tiempos la acusación de brujería, para justificar la agresión masificada del sujeto por parte de sus conciudadanos. Pero si usted se pone a verlo bien, el afán de descubrir “al loco”, la necesidad de su existencia se debe a que suele cargar con las miserias de sus semejantes.
Y si digo semejantes no me refiero a humanos sino a locos como él, que han logrado, a través de un premeditado estreñimiento anímico, relegar sus paranoias al ámbito intestinal, por lo que se generan una decente y bien considerada úlcera duodenal, o un respetable infarto al miocardio (que si el sujeto no es dado a la bebida, se suele atribuir a la nobleza de su alma y no al triste y rígido endurecimiento arterial producto de su estrechez de miras) que por lo menos lo mantienen en la alta estima de sus familiares y parientes.
Pero, si revisamos un poco la historia, de Cristo para abajo, los grandes líderes de la humanidad han sido unos desquiciados de las más diversas tendencias, pero, absolutamente flipados.
Empecemos con el mismo Cristo. El hecho de que al hijo ilegítimo de un carpintero y una “virgen” post parturienta, le de por empezar a creer que es el hijo de Dios, no nos resulta tan extraño. La virgen María está claro que sufría una especie de histeria extraña que le impedía mantener relaciones sexuales normales con el pobre José, y se inventó a un tipo, un tal Gabriel, que según versiones de la misma María, “apareció en la habitación, bello como un ángel y le puso al hijo de Dios en las entrañas con tan suma delicadeza que ella ni siquiera perdió el himen”. Tampoco José era un tipo muy normal, puesto que le siguió el rollo a María, quien sabe por qué extrañas razones; así tenemos a Jesús con una madre empeñada en contarle semejante fantasía y un padre que se había ganado el apodo de José el pringao. Naturalmente Jesús, se piró al desierto donde tanta arena y tanta soledad le hicieron vislumbrar tentaciones y demonios, luego volvió a su aldea y allí se dedicó a predicar sobre ese mundo que su fantasía había creado en las insondables vastedades del desierto.
Y bueno, después que si tocando a los leprosos, despertando a los muertos, y ese tipo de cosas que sólo hace un loco hasta que le aplicaron un sistema de lobotomía que se había ideado por aquel entonces y que consistía en poner al enfermo en cruz, con los brazos abiertos y una corona de espinas para ver si por los agujeritos de la corona los pobres desgraciados podían ver de nuevo la luz que penetraría directamente en su cerebro gracias a la coronita, si bien , el método no estaba bien perfeccionado y les dio por clavar s los pobres hombres directamente a la cruz para evitarse estar haciendo nudos este y no otro era el sentido de tales cruxificciones. Pero tienen que entender que un hombre que en todas las cenas les está arruinando el vino a los invitados diciéndoles que esa es su sangre tenía que ser controlado de alguna manera, los romanos para esas cosas eran bastante intolerantes.
Basándose en éste y otros locos la humanidad ha establecido sus cimientos por lo que no es de extrañar que estemos como estemos.
Y más atrás de Cristo tenemos al señor ese, Moisés, que después de una insolación muy dura en la montaña y de masticar extrañas yerbas llego con una piedra diciendo que allí se veían claramente diez mandamientos con los que decidió robarles los esclavos al pueblo egipcio que tan bien se había portado con él criándolo después de que sus verdaderos padres lo echaran río abajo.
No bastándole con esto ahogó a gran número de seguidores haciéndoles creer que el mar se abriría por la mitad, cosa que por casualidad no sucedió, consolidando para siempre la fama de éste señor como padre del pueblo judío. Con lo que logró convencerlos que de que fueran a vivir al desierto con él y establecieran linajes de años y años, como no estaban muy bien de la cabeza no se morían hasta que tenían unos ochocientos años ya que se les olvidaba.
Porque si no, a quién se le ocurre por, ¡pero pensadlo bien!, que se construyera todo un sistema de creencias en la edad media, basándose en ésta absurda historia y que además se creara un dios barbudo eternamente suspendido del cielo. ¡Señores!, ¡no es lógico colgar del cielo a un viejito!, eso ya para empezar, es una crueldad, porque ya sabemos como se ponen los viejos cuando uno los cuelga de la bóveda infinita del cielo; después que si no eran uno sino tres, luego que si ángeles y demonios luchando, y mientras abajo, una partida de sádicos se hacían con el poder y se dedicaban a torturar viejitas acusándolas de brujería sólo porque la infusión que les habían preparado les provocó alergia.
No hombre.
Quemando gente por aquí y por allá, santificando toda la tierra a punta de asesinatos y despojos.
Gente como esa fundó, por ejemplo Estados Unidos. ¿Qué nos queda?. Un poco de puritanos que se fueron al campo a matar indios y a celebrar con pavo sus desmanes.
Basándome en eso y en miles de detalles en los que no quiero caer, he llegado a la sensata conclusión de que la única forma de sobrevivir en éste mundo delirante es disimular la propia neurosis, mantenerla a raya.
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